miércoles, marzo 24, 2010

Final hetero, final feliz



Acabo de ver que mi blog ha superado las 10.000 visitas, así que me ha dado un subidón del quince y, aunque estoy en el trabajo, me he lanzado de tapadillo como una posesa a actualizarlo: "mis lectoras se merecen un post nuevo", he pensado cual escritor mesiánico. Así que aquí estoy, encomendada a la tarea de escribir algo nuevo y sin saber sobre qué hacerlo...

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Tras un rato de navegación encuentro la inspiración: Leo en la web cinelgbt.com que Malasia va a permitir por fin que haya personajes homosexuales en las películas que allí se hacen, eso sí, siempre que acaben en "fimal feliz", es decir, siempre que se transformen en heterosexuales.

Por mucho que nos impresione, ese horror de la transformación del homosexual en heterosexual es algo a lo que ya hemos asistido, y repetidas veces. ¿Nadie se acuerda cuando a mi admirada Tina Kennard le da por irse a vivir con un aburrido tipejo que se corta las uñas de los pies enmedio del salón de la casa? Creo que todo ese horror sucede en la tercera temporada de The L Word, la que, he de confesar, he rehusado una y otra vez volver a ver porque no soy partidaria de escenas como ésta, que pueden herir la sensibilidad de las 'lesbiespectadoras'.

También es cierto que esa transformación, reversible por cierto, se produce después de tirarse a todo el bollerío de Los Ángeles  mientras estaba preñada. Después, vaya por Dios, le dio por ir de 'straight', pero duró poco.

Permanente sí ha sido una transformación, ésta en la vida real, o al menos en la mediática, porque de ella sólo sabemos a través de los medios de comunicación: hablo aquí de la macizorra Angelina Jolie, quien cambió sus escarceos con tipas que a buen seguro estaban buenísimas por una relación con el soso Brad Pitt y por el pastoreo de un rebaño de niños a los que llevan cual ovejas de un país a otro. Aunque lo cierto es que están a un tris de separarse, así que de final heterosexual, nada de nada. Seguro que acaba con una tipa que la entienda y a la que ella entienda. Que tomen los malayos nota: el final feliz no es siempre el heterosexual.
  

viernes, marzo 12, 2010

La 'lesbianada' del traje chaqueta


Me pregunto por qué en toda boda entre lesbianas que se precie una de las dos cónyuges tiene que llevar traje de chaqueta. La interrogante en sí ha surgido tras ver la foto que pongo ahí arriba, y que corresponde al primer enlace gay en Washington. En esta foto, como se puede ver, no es una la que lleva traje de chaqueta, ¡¡¡sino que son las dos!!!.

Tras ver esta imagen he tirado de mi memoria y, mira por dónde, incluso la única boda -que al final fue una no boda- que hay en 'The L Word' perpetúa este tópico: si no recuerdo mal Shane iba pertrechada con un estiloso esmoquin, a lo Carme Chacón, cuando dejó a su novia plantada en al altar.

Ahora me asalta una duda: ¿Esta tendencia en el vestir se debe a que en toda pareja de lesbianas hay una que lleva los pantalones? o ¿simplemente es que algunas nos vemos más favorecidas con el dichoso trajecito que con un remilgado vestido de tarta de bodas? Quizás sea un acto más de rebeldía ante el estereotipo de mujer dominante, como el de Carme Chacón en la Pascua Militar.

En todo esto estoy cayendo mientras escribo, lo confieso. Antes de empezar este post veía lo de la boda con traje chaqueta como una 'lesbianada' -permitidme la expresión-, pero igual tiene un sentido. Yo, la verdad, creo que si me pusiera un vestidito de esos blancos para casarme dejaría de ser yo. Y tampoco es plan, cuando te casas -¡pánico me da sólo pensarlo!- tienes que dejar una parte de ti, pero tampoco es plan de convertirte en la Barbie Bodas.

Estoy escribiendo esto y me estoy acordando de uno de los episodios más traumáticos de mi infancia: mi comunión. Mi madre me compró el vestido con muuuuucha antelación, y cuando fui a probármelo la semana antes de que me dieran la hostia de rigor aquell me quedaba pequeño. Así que me tuve que tirar una semana entera a régimen. El vestido entró a duras penas y tras acabar el primer plato del convite estaba a punto de reventar y tuve que cambiarme.

Conclusión: si alguna vez me caso, creo que seré de las que lo haga con traje chaquetas. Mi novia es más estilosa que yo llevando vestiditos y, para qué negarlo, a mí el traje me da cierto aire de... No sé como decirlo... Sí, cierto aire de autoridad, como a mi admirada Bette y como a la ministra Chacón.